Aquí estoy, de vuelta en mi Morelia natal, en la magnífica casa de mi abuelo en el centro histórico de la ciudad. Crecí en esta casa, rodeado por lo que ahora me doy cuenta muchos factores que suman a una infancia increíble y envidiable.
Subí a la azotea para tomar una imagen panorámica de la vista exterior. Me he pasado muchos momentos solitarios maravillosos en esta azotea simplemente contemplando la belleza de la ciudad y pensando en los acontecimientos históricos que ocurrieron aquí. Morelia tuvo un papel muy importante parte en la revolución mexicana: Fue testigo del nacimiento de la insurgencia de los personajes principales de la revolución, además de ser el lugar de nacimiento del líder revolucionario José María Morelos, de ahí el cambio de nombre a «Morelia» en su honor.
Estaba en la azotea tomando mis fotos cuando vi un artefacto viejo inclinado contra la pared entre una bañera vieja y un recogedor viejo y oxidado: Un premio de «Mejor de Exposición» hecho de cobre que uno de nuestros perros ganó hace lo que parece una eternidad.
Para apreciar la importancia de este premio hay que saber algo acerca de mi familia. Durante más o menos dos décadas, estábamos absolutamente locos por los perros. En este mundo hay dueños de mascotas, hay gente que gustan de los animales, hay gente que los rescata, pero nosotros éramos absolutamente fanáticos de los perros. Viajábamos a los EEUU para comprar perros que habíamos reservado meses antes de que nacieran. Tenemos fotografías enmarcadas de perros en toda la casa intercaladas con imágenes de personas.
Recordamos con cariño a los perros como a los miembros cercanos de la familia. Es igual de fácil escuchar una historia de nuestra querida solterona tía Carlota, quien se rumora que en realidad todavía era virgen cuando murió hace un par de años a la edad de 95 años, que escuchar una anécdota de una mascota. Hay historias sobre perros, como Tiny (un Collie) que tenía un extremo odio a las personas que usan sandalias. Tiny atacaba a cualquiera que tuviera sandalias puestas sin previo aviso. Los fundamentos psicológicos de este odio han sido objeto de muchas discusiones en la familia a través de las décadas, y creo que nunca se resolverá. También hay historias Arturo, un enorme Gran Danés de mi tío Jorge. ¿Pero bueno, cual Gran Danés de raza pura no es enorme? Arturo fue muy juguetón, demasiado para su tamaño. No existía correa que se pudiera comprar en cualquier lado de la frontera que soportara los jalones de Arturo. No había cable de televisión que pudiera aguantar el latigazo de su cola tampoco. Si la señal de TV de repente se perdía, la cola de Arturo era la principal sospechosa. Íbamos a la azotea a repararla y a inventar una nueva forma de mantener el cable fuera de la zona de peligro.
También hay historias acerca de otro de los perros del tío Jorge: Sam, un Husky Siberiano era muy loco y una vez que saltó a la propiedad de un vecino y le mató a sus pollos. También una vez saltó del techo y le cayó a algún borracho que pasaba por la calle.
Mi querido tío Beto (que en paz descanse) es recordado con cariño en la familia al igual que sus perros más notables: Un par de hermosos perros afganos que requieren mantenimiento diario del cabello. Tenemos un cuadro con la imagen de esos perros también.
En cuanto a mi madre y yo, nuestros perros más ganadores fueron un par de Kerry Blue Terriers, aunque también tuvimos perros de varias otras razas a través de los años. Sí, tenemos varias fotos enmarcadas de esos perros también.
Y así sucesivamente. Se podría hacer una lista de mis tías y tíos y sus respectivos perros y describir los aspectos sobresalientes de cada uno (¡de cada perro y cada humano!), contar un montón de historias sobre cada uno.
Para una familia con tantos perros de raza pura, los perros y las exposiciones caninas eran una forma de vida. Los estándares de la raza eran lectura obligatoria antes de hacer una compra y también en preparación de las exposiciones caninas. Tal vez cada dos semanas en promedio, nos íbamos a las exposiciones caninas, sin importar si llegar a ella requería ocho o diez horas de manejo en cada sentido. Casi cada vez regresábamos con algún premio. En casa de mi madre tenía yo mi propia exhibición de los premios ganados para el manejo infantil de perros de exposición. Si no hubiéramos emigrado a los EEUU treinta años atrás, yo hubiera sin duda mantenido el pasatiempo familiar.
Pero volvamos al premio de Mejor de Exposición en la azotea. No hace falta decir que el hallazgo de este máximo galardón del hobby canino abandonado en la azotea era sorprendente. Durante todo el tiempo que fuimos entusiastas caninos, creo que esa fue la única vez que ganamos Mejor de Exposición. Creo que fue ganada por Jack, nuestro Kerry Blue Terrier.
El premio en sí es merecidamente grande. Es un platillo de cobre martillado a mano con los perfiles de tres perros en el centro, y la inscripción del evento en la zona circular exterior. El hecho de que está hecha de cobre es significativo porque es un recurso natural que se encuentra cerca de aquí. La placa está muy deslucida, sin embargo. Esto, evidentemente, ha estado olvidado en la azotea durante mucho tiempo. No estoy seguro de por qué no está colgado en un lugar destacado dentro de la casa.
Duré un momento largo decidiendo que hacer con el platillo. Con los líquidos adecuados y una hora de trabajo sé que puedo hacer que el platillo vuelva a su resplandeciente gloria, que de nuevo brille con orgullo, ya que es – después de todo – un premio de Mejor de Exposición ganado por una familia muy aficionada.
Pero el platillo es también el pasado desaparecido. El único entusiasta canino en la familia ahora es mi primo Omar, pero él cría de perros y realmente no va a muchas exposiciones ya.
La decisión para mí era de si tratar o no de revivir el pasado al pulir el cobre y darle un lugar más digno al platillo. Pero ese pasado está muerto, por maravilloso que fue. Esta casa ya tiene suficientes recuerdos del pasado. En este momento antes de amanecer estoy sentado en el comedor formal escribiendo esto; puedo oír los muchos sonidos del pasado, cuando la casa estaba llena de niños corriendo alrededor, mis tías y tíos planificando la próxima reunión con sus amigos, mis abuelos riendo, platicando, y tomando una copa con una de las constantes visitas. El interior de esta casa vieja y orgullosa está lleno de fotografías. Las fotos son, en cierto modo, intentos de aferrarse al pasado. Limpiar y revivir ese premio de Mejor de Exposición sería otro intento más.
Al final decidí dejar el platillo en donde lo encontré en la azotea. Decidí decir adiós al hermoso pasado y dejarlo envejecer.
Sé que regresaré a este lugar algún día, tal vez pronto, tal vez no. Cuando regrese, voy a subir a la azotea de nuevo, y si veo que el premio sigue ahí, voy a sentarme junto a él con una botella de Tequila; dos viejos amigos recordando un pasado que ambos adoran inmensamente, sabiendo que al final de cuentas el pasado debe de permanecer en el pasado.