Hoy jugó México contra Brasil en el mundial del ’14. Fue un partido emocionante, bien jugado por los dos lados: Los anfitriones brasileños con su profundo talento jugando con orgullo en casa contra los mexicanos, también con mucho talento, con mucho que comprobar. El juego fue el mejor que he visto a la selección mexicana jugar: Terminó en empate de ceros, pero fue un emocionante juego entre dos equipos que querían ganar a todo costo. Jugaron con el corazón ambos equipos, y se notó.
A través del juego, la porra mexicana se escuchaba cantar ese segundo himno nacional, la canción de Cielito Lindo, cuya parte mas conocida dice: “¡Ay, ay ay ay, canta y no llores! ¡Porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones!”
Esta canción es muy querida en México. Por el afecto que le tenemos a la canción no me sorprendería que los mexicanos la queramos más que al mismo himno nacional oficial.
He leído en alguna ocasión, hasta de escritores extranjeros, cómo Cielito Lindo refleja perfectamente la mentalidad de los mexicanos ante la adversidad. La canción expresa como hacemos para permanecer contentos ante las situaciones difíciles. Los mexicanos nos ponemos a cantar y nos alegramos el corazón, por tan difícil que sea la situación.
Pero a mí ya no me gusta esa canción.
Ya con un poco más de un par de décadas de buscar el éxito y superar los desafíos que me ha tirado la vida, puedo decir que ignorar la situación y alegrarnos el corazón haciendo a un lado la realidad es exactamente lo que no debemos hacer.
¿En este mundo, quién se pone a cantar en vez de enfrentar un problema? Alguien que no puede resolverlo. Alguien que no quiere resolverlo. Alguien que desea huir del problema en vez de verlo cara a cara y defenderse.
¿Qué debe de hacer uno en vez de cantar y no llorar? Lo difícil. Enfrentar el problema. Reconocerlo. Ser honesto. Sentir el miedo y controlar el vacío en el estómago. No poner excusas. Planear para resolverlo. Actuar. Fallar. Hacer un nuevo plan. Actuar de nuevo. Fallar. Repetir el proceso. Nunca darse por vencido. Nunca agachar la cabeza.
Para triunfar lo que menos importa es si cantas o no cantas, o si lloras o no lloras. Eso de ignorar el problema y ponerte a cantar es para esclavos. Es para la gente que vive agachada. Es para los que no tienen esperanza. Es para los que prefieren formar un sueño en su mente y vivir en él, lejos de la realidad. Es para los que tienen el fracaso asegurado. ¿A poco es coincidencia que en las películas, los esclavos invariablemente cantan mientras trabajan y aguantan las lágrimas en las noches antes de dormir?
Hoy la selección mexicana jugó muy bien. Se acercaron a jugar a su potencial. Como muchos mexicanos, son capaces de ese nivel de desempeño y mucho más. Los jugadores mexicanos atacaban al súper poder futbolístico de Brasil sin miedo y tirando a gol, tirando a matar. Cuando Brasil invariablemente penetraba y amenazaba gol, Ochoa, el portero mexicano, consistentemente arriesgó todo por no permitir la anotación. Hoy jugaron como debería México de jugar todos los juegos, todos los años: En el momento, con ganas, con confianza en sí mismos, con perseverancia, tomando ventaja de cada oportunidad que otorgaba el equipo brasileño, y sin poner excusas e intentando una y otra vez hasta el último minuto.
Todos los mexicanos deberíamos actuar igual en nuestras vidas: En el momento, con ganas, con confianza en nosotros mismos, con perseverancia, tomando ventaja de cada oportunidad que nos otorga la vida, y sin poner excusas e intentando una y otra vez hasta el último minuto.
Lo que separaba a la porra mexicana de su adorado equipo era muchísimo más que la distancia entre el campo y las gradas: Los fanáticos mexicanos en el estadio brasileño de Fortaleza cantaban la canción de auto-consolación del esclavo que siempre ha salido y saldrá perdiendo, mientras que los once jugadores mexicanos jugaban contra Brasil tirándole a ganar y hacían el esfuerzo en serio; mucho más en serio que alguien que canta Cielito Lindo cuando las cosas se ponen difíciles.
Al silbato final, aunque el marcador era cero a cero, Brasil, que esperaba una victoria fácil y de cajón, se retiró frustrado y derrotado. México, en cambio, se retiró orgulloso y satisfecho de haber jugado un juego excelente, porque cada uno de sus jugadores jugó sin miedo, jugó a ganar, llegó a desempeñar cerca de su máximo potencial. Sin embargo, no dudo que cada uno de ellos estaba pensando como jugar aún mejor en el próximo juego. Eso es lo que hace un ganador siempre. Eso es lo que deberíamos de hacer siempre los mexicanos.
Por lo menos hoy, el equipo mexicano dejó que fueran los jugadores brasileños que cantaran “Cielito Lindo.” Si a Brasil le gusta esa canción, por mí que la traduzcan y se la queden. Nosotros lo mexicanos vamos a dedicarnos a seguir el ejemplo de nuestra selección nacional.