Es natural pensar por defecto que perseguir el éxito significa perseguir posesiones, rodearse de cierto tipo de gente, y llegar a tener influencia. No nos damos cuenta, que la mayoría de la gente cae en una trampa: Esa imagen del éxito en realidad es una cárcel.
Te las ingenias para ganar más dinero, y de repente tienes una bonita casa, un Mercedes-Benz, amigos, y con el dinero parece que se te quita lo chaparro, feo, y prieto.
Sin embargo no eres feliz.
Esas posesiones, esas amistades de conveniencia, tienen un costo. Las posesiones te atan; la imagen que has creado ante el mundo te previene de ser quien realmente eres. Tampoco puedes hacer lo que quieras, pues hay obligaciones.
Una pregunta simple: ¿Podrías hoy mismo tomar unas vacaciones de un mes sin previo aviso? ¿Puedes hacer tus pagos y mantener tus obligaciones (incluyendo tu trabajo) si decides regalarte un tiempo a ti mismo?
Si tu respuesta es “sí,” felicidades.
Si tu respuesta es “no,” entonces ¿cuánto tiempo te puedes regalar a ti mismo? ¿Una hora? ¿Una tarde? ¿Un día?
Lo que quiero es ponerte a pensar: ¿Son tuyas tus posesiones, o más bien le perteneces tú a tus posesiones? Viéndolo de esa manera, entre menos cosas tenga uno, entre menos necesite uno para vivir, más feliz es uno, más libre, y menos obligado a vivir de cierta manera.
¿A caso no es esa una muy buena definición del éxito?